¿Y si todos y cada uno de nosotros pudiera narrar su historia desde la honestidad?
Desde siempre he sentido la necesidad de documentar mis pensamientos y vivencias. No sé exactamente por qué, pero desarrollo un cierto apego a las cosas y a los recuerdos. Pienso en un día que mi madre quería tirar una mantita de cuando era bebé, y yo, llorando, le pedí por favor que no lo hiciera. Me hace pensar en que el pasado vive en nosotros (no se va) y me transmite un sentimiento de paz, nostalgia, felicidad, dulzura.
Me encanta pasearme por las páginas de las libretas y diarios que he ido coleccionando a lo largo de los años. Entre fotos, esquemas y dibujos, se encuentra la versión de mí misma en distintos momentos de mi vida, versiones que han ido conformando la persona que soy hoy. En cada etapa se reflejan mis intereses, preocupaciones, prioridades, sueños, ideas, inspiraciones…
En conjunto, mis cuadernos narran mi historia desde la mirada de un presente que ya pasó.
Explicar nuestra historia
Últimamente me pregunto cómo sería narrar mi historia pasada desde el presente, como si escribiera una autobiografía. A continucación, recurro a las palabras de Elizabeth Clapés, así como de Daniel J. Siegel y Tina Payne, para explorar un poco la idea de dar sentido y explicar nuestras vidas.
Elizabeth Clapés, en su libro Querida yo: tenemos que hablar (2022), ofrece con cercanía y realismo herramientas para cuestionarse a uno mismo y comenzar a trabajar en aquellos aspectos de nuestra personalidad que necesitan atención y cariño. Según ella, repasar los momentos vividos es crucial para el desarrollo de la propia identidad y mentalidad.
Es más, sostiene que una de las misiones que tenemos cada persona es explicarnos a nosotros mismos el pasado de la forma más honesta y respetuosa posible para entendernos.
Por su parte, Daniel J. Siegel y Tina Payne, en El cerebro del niño (2012), proporcionan una base para comprender cómo se desarrolla el cerebro y cómo nos relacionamos con el entorno. Explican que experiencia moldea nuestro cerebro y todo lo que nos sucede incide en su desarrollo, pero es el paso de lo implícito a lo explícito donde el verdadero poder de la memoria proporciona claridad, comprensión e incluso curación. ¿Por qué? Porque los recuerdos implícitos siguen dando forma a nuestra manera de contemplar e interactuar con nuestra realidad de aquí y ahora, y afectan a nuestra noción de quiénes somos en cada momento (Siegel y Payne).
Integrar los recuerdos implícitos y explícitos nos permite darles sentido y convertirnos en autores activos de nuestra propia historia. En esencia, todo se reduce a lo que llamamos la narración de nuestra vida, la historia que contamos cuando vemos quiénes somos y cómo nos hemos convertido en la persona que somos.
Para mí, es esencial la forma en que nos hablamos y tratamos a nosotros mismos. El diálogo interno que construimos al intentar dar sentido a lo que nos ocurrió tiene un peso enorme (Clapés). Cuando algo nos duele mucho, puede suceder que, sin querer, lo repitamos y hablemos de ello con mucha frecuencia. Lo que estamos tratando de hacer, a nivel inconsciente, es darle sentido, encajarlo. Y es que, al final, nuestro cerebro se cree lo que le decimos y más si se lo repetimos quinientas veces al día (Clapés).
Si nos sentamos con nuestros recuerdos podemos entendernos y hacer las paces con nuestro pasado.
Hay que entender que no tenemos por qué saber gestionarlo todo y que hacemos lo que podemos con las herramientas que tenemos en cada momento (Clapés).
Además, si nos ayudamos de herramientas que documentan y evidencian nuestro pasado, veremos todo lo bueno de nuestra vida y nos dará una base sobre la cual construir el presente y el futuro.
☆ ☾ ☆ ☽ ☆ ☾ ☆ ☽☆ ☾ ☆
Referencias
- Querida yo: tenemos que hablar (2022), Elizabeth Clapés
- El cerebro del niño (2012), Daniel J. Siegel y Tina Payne
☆ ☾ ☆ ☽ ☆ ☾ ☆ ☽☆ ☾ ☆
El lado suave del mundo.
¡Sígueme en Medium!
0 comments